Nuestra civilización actual ha logrado grandes
progresos gracias a la estrategia de dividir los problemas o situaciones muy
complejas en problemas o soluciones más simples, para entonces enfrentar cada
una de estas partes por separado. Sin embargo, y a pesar de lo muy exitoso de
esta estrategia, tiene la desventaja de que podemos “dejar de ver el bosque”,
es fácil olvidar que lo que estamos enfocando es una parte de algo más grande,
que en la vida real, ¡todo está relacionado entre sí!
La tendencia a
dividir el mundo en partes más pequeñas y manejables está presente en todas
partes, y es una manera de pensar y de actuar profundamente arraigada en
nosotros, pues lo hemos vivido de modo natural desde la escuela, donde nos
enseñaron a conocer el mundo y resolver problemas dividiendo la realidad en
“materias”; y lo vivimos día a día en nuestras organizaciones, donde tenemos
una división del trabajo con base a las especialidades de las personas, incluso
en nuestra propia casa, donde adoptamos diferentes roles (cada uno con
distintas tareas y responsabilidades)
Por ello, no
es de extrañar que cuando enfrentamos diferentes problemas o situaciones,
nuestra tendencia natural sea la de tratarlos por separado, y si un problema es
complicado, procuramos también tratarlo por partes, esto nos facilita la vida,
pues podemos asignar responsabilidades, delegar tareas, aprovechar mejor el
conocimiento especializado de nuestros contadores, vendedores, mecánicos, etc.
Sin embargo,
ésta estrategia tiene la desventaja de que fácilmente podemos perder de vista
las relaciones que existen entre los diferentes problemas o situaciones de una
empresa, y al tratarlos como asuntos aislados, rara vez consideramos los
efectos que un problema genera en otros. Así, un problema aparentemente
aislado, como por ejemplo un error en procesos contables, podría estar
generando problemas con los clientes, el personal, los proveedores, etc.
Estos efectos
a veces son evidentes, pero en otras ocasiones pueden no ser tan obvios,
especialmente si son lentos, es decir, que no se notan de inmediato sino hasta
pasado un cierto tiempo (que pueden ser incluso años) Una de las realidades del
trabajo gerencial es que las decisiones gerenciales afectan a la organización
durante años, incluso después de que se haya marchado el gerente.
Otra
consecuencia de que los problemas reales están relacionados entre sí es que muy
frecuentemente la relación es tal que los problemas se refuerzan a si mismos.
Esto es muy difícil de ver a menos que se tenga una preparación que nos permita
comprender cómo actúa dicho reforzamiento. Sin embargo, aún y cuando no
tengamos conocimiento formal sobre la disciplina del Pensamiento Sistémico, sí
podemos experimentar los efectos de estas relaciones entre problemas y de los
problemas consigo mismos, las experimentamos por ejemplo, cuando nos vemos
enfrentados una y otra vez a los mismos problemas, los que aparentemente “se
resuelven” para volver más tarde, o bien generamos más problemas con las
soluciones que aplicamos tal y como la cultura popular señala: “tapamos un hoyo
destapando otro”.
Para minimizar
estas posibilidades, requerimos de una perspectiva distinta que la de
dividirlas o tratarlas por separado y enfrentar de una mejor manera este tipo
de situaciones. Esta perspectiva es la del Pensamiento Sistémico, que podríamos
definir como “la capacidad de ver el bosque sin perder de vista los árboles”.
Para ello se
requiere un lenguaje nuevo basado en gráficas que se utiliza para definir situaciones
complejas y para conocer algunos patrones de comportamiento nocivos en los que
podamos caer ya sea como organizaciones o como personas –y que nos llevan a la
dependencia, estancamiento y mediocridad- y los mecanismos sutiles pero
poderosos que los provocan y cómo librarse de ellos.
Si queremos
aumentar la eficiencia de nuestra organización y concretar nuestras visiones
personales, debemos aprender a desarrolla gradualmente un nuevo tipo de
organización, que pueda afrontar los problemas y oportunidades de la actualidad
e invertir en su capacidad para enfrentar el futuro. En otras palabras,
necesitamos crear organizaciones que sepan aprender.
La idea de
organización inteligente ha cobrado reciente importancia en los últimos años.
Peter Senge en su libro “La quinta disciplina” (Ed. Granica 1992) contribuyó a
dar voz a ese interés al presentar el marco conceptual que se requiere para
construir organizaciones inteligentes, que se basa en cinco “disciplinas de
aprendizaje” que constituyen programas permanentes de estudio y práctica.
Estas cinco
disciplinas son:
1. Dominio
personal.
2. Modelos
mentales.
3. Visión
compartida.
4. Aprendizaje en
equipo.
5. Pensamiento
sistémico.
Si deseas obtener más información sobre el tema así como las estrategias que te pueden permitir aplicarlo escríbenos a efectividadintegral@gmail.com
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